El «merchandising» del peronismo en Argentina llega hasta la fabricación de cervezas de diseño, incluida la rubia «Evita»
Todo vuelve. La frase de los publicistas, adoptada por los adivinos del porvenir, viene que ni pintada para Argentina. Perón, el General, Juan Domingo, el que fue marido de Eva Duarte, está de regreso. Él, el auténtico, resucita de entre los muertos para compartir unas cañas fuera de la tumba.
El ex presidente (1895-1974), protagonista en dos ocasiones de su propio entierro, impone su sello en bares y restaurantes. Media docena de locales en su honor funcionan ya en Buenos Aires y La Plata: «El General», «Juan Domingo Restó Bar», «Un café con Perón» y «Perón Perón» son los más populares. En todos, las cartas se escriben pensando en su obra, los platos se bautizan con sus señas de identidad y los vinos se etiquetan con su nombre. Pero lo más original para saborear la historia argentina es la cerveza peronista, el último golpe del restaurante «Perón, Perón».
Ubicado en Palermo Hollywood, el barrio de moda de Buenos Aires, su dueño e inventor de las cuatro modalidades de «birras» es Daniel Narezo, kirchnerista hasta la médula. «No es un bar temático, es un bar político», advierte antes de explicar por qué los grifos de las cañas tienen el diseño de máquinas de coser, «como las que entregaba Eva Perón a las amas de casa». En homenaje a la segunda esposa del general, «a nuestra jefa espiritual y nuestra única rubia, tenemos la cerveza Evita, una Golden Ale», describe.
La siguiente cerveza es de nota o, para ser más precisos, de fecha: «17 de octubre». Ese día, en el año 1945, miles de obreros marcharon a la Plaza de Mayo para reclamar la liberación de Perón. «Está hecha a base de chocolates y de café», continúa Narezo. A los manifestantes se les llamaba «negros» por su piel más bien oscura.
Otro talante, «más revolucionario», presenta la Montonera, «roja, inspirada en una estrella federal, con un puño y unas lanzas», describe orgulloso el dueño del bar antes de rememorar la guerrilla de los años 70, que hoy está presente en la barra a través de una «chop» (caña) «Pale ale». Ésta, en rigor, al paladar tiene, como los montoneros, un aire burgués resultado de la mezcla de frutos patagónicos.
El broche de todas estas «pintas» argentinas, como corresponde a la liturgia peronista, lo pone la «Doble K extra fuerte». «Tiene siete grados de alcohol, casi el doble que las otras. Es poderosa, provocativa, rabiosa, como no podía ser de otro modo ya que es un homenaje al matrimonio que más se ha parecido en la historia de Argentina al de Perón y Evita: el de Néstor Kirchner y Cristina», garantiza.
Capítulo aparte merece la decoración y otros rincones del local que frecuenta todas las semanas Florencia Kirchner, la hija de la presidenta de Argentina y un nutrido grupo de su Gobierno. El más llamativo resulta el altar a Evita donde, asegura su dueño, «la gente muy mayor incluso se arrodilla y llora».